miércoles, 17 de marzo de 2010

Emigrantes

Hasta ahora al escuchar esta palabra, uno que ya tiene una edad, recordaba las batallitas de algunos conocidos de tal o cual pariente que se fue a trabajar a Suiza, Alemania o cualquier otro país de la Europa "moderna" cuando aquí llevábamos (y a veces aún llevamos) un retraso de 20 años respecto a los países de nuestro entorno. Más tarde emigrante pasó a ser el negro que te ofrece películas en la cafetería o la chica sudamericana que cuida a mi abuela en la residencia.

Esto era hasta ahora, hasta esta famosa crisis. El panorama laboral no pinta muy bien en este país, y aunque yo aún conservo el mio, mi media naranja, persona capaz y preparada como pocas he conocido, lleva ya unos meses formando parte de las estériles estadísticas de parados de este país. Y las perspectivas no son buenas. No pasa más de una semana en la que oyes a tal o cual experto que nos vaticina un futuro muy negro, donde la luz no comenzará a verse hasta el 2014. Ante este panorama ya hemos hablado seriamente de marcharnos. De intentar buscar un futuro, no mejor, al menos un futuro, fuera de nuestras fronteras, no sería inmediato, pero es una de las opciones que barajamos. Quizá sea el momento de convertirnos en uno de esos emigrantes.

viernes, 12 de marzo de 2010

La evidencia Han Solo

Poco a poco nos vamos haciendo mayores, van pasando los años, y aunque nosotros sigamos haciendo lo mismo, y sin ser conscientes del paso del tiempo, hay detalles que te hacen ver de dónde vienes.

Yo soy de los que en el colegio, a la hora del recreo esperaba que en algún momento aterrizase el helicóptero de Tulipan. En mi casa no había Nocilla, lo que nos gustaba era el Tulicrem (nadie lo ha reivindicado suficiente). Mi primer ordenador fue un Spectrum 48K, un objeto diabólico que te dejaba 10 minutos mirando una pantalla llena de pitidos y colores para luego darte un error de carga. Los McDonalds y Buger Kings eran cosas que veías en las películas. Yo era el encargado en mi casa de programar el primer video (VHS) que tuvimos en casa, cuando no existían los menús en pantalla y aún coleaba la guerra Beta-VHS. Grabábamos las cintas de radiocasette hasta que se confundían las canciones que estabas escuchando con las que había debajo. Tantas y tantas cosas que ahora suenan a un pasado demasiado lejano.

Todo esto viene a colación de una pequeña anécdota. El martes pasado fuimos con JP y su acompañante (más joven que nosotros) y mientras veíamos la película, apareció en una escena el vampiro protagonista ballesta en mano, pantalón negro, camisa blanca y chaleco negro.

- Coño! Han Solo - dije.

Al oír esto J y JP rieron sonoramente. El detalle generacional fue cuando la acompañante de JP preguntó quien era Han Solo.

El tiempo pasa y tú no consideras que te haces mayor, pero a veces alguien te recuerda la edad que tienes.

Escuchando: The Cooper Temple Clause – The Same Mistakes

jueves, 4 de marzo de 2010

De modernos y guiris.

Barcelona siempre ha sido una ciudad especial para mi. He tenido la suerte de visitar varias de las más "importantes" ciudades del mundo, y aunque en todas he encontrado algo interesante, o me han atraído en mayor o menor forma, siempre me he quedado con Barcelona. Hasta ahora.

Y no es que me esté cansando de la ciudad, lo que me comienza a hastiar es lo que algunas personas (entre ellas el ayuntamiento) están haciendo de Barcelona. Se está transformando en un gran escaparate, una visita obligada para los turistas que buscan tragarse un infumable "spanish menú" (paella y sangría) a las 12 de la noche, pero sin nada de fondo. Una ciudad donde priman los "modernos", donde la música indie es la única que está bien vista . Eres mejor cuanto peor cantas y más ridículo se llama tu grupo.

Abanderados de lo moderno que se visten y se peinan como ya lo hacían sus padres hace 35 años. Una ciudad en la que entras en un bar o restaurante y no sabes si estás sentado en el cenicero o la sillas sólo está para decorar, en la que la comida tiene más renombre por su estética y evolución que por su principal función, alimentar. Y en definitiva, una ciudad en la que la estética (a veces perroflauta) prima sobre otras las funciones, una ciudad en la que todo el mundo es bien recibido, sobretodo si eres de fuera y vienes a dejarte los billetes con los precios abusivos. Una ciudad en la que se desprotege a los vecinos "de toda la vida" primando al especulador que alojará a alternativo-pijos, turistas forrados y modernos de medio pelo.

Lo dicho, cuanto más me muevo actualmente por Barcelona, más me atrae la vida en un pueblo (canadiense).

Escuchando: Switchfoot – The Sound [John M. Perkins' Blues]

martes, 2 de marzo de 2010

Música anímica

Cuando comencé a comprar discos (muchos años atrás) no existía la posibilidad que hay ahora de escuchar casi cualquier cosa que se te pase por la cabeza antes de comprar (¿comprar música?, sí, aún lo sigo haciendo).

No son pocas las ocasiones, por no decir mayoría, en las que había comprado algún vinilo o Cd por alguna recomendación o crítica en una revista. A veces sólo por lo que comentaban del grupo, y tengo que decir que ahora mismo no recuerdo el haberme arrepentido de ninguna compra, porque con el tiempo he aprendido que un disco que en un momento te defrauda o no es lo que esperabas con el tiempo es posible que te sorprenda. Y es que para mi escuchar según que música depende del momento, del estado de ánimo, etc. Aunque también es cierto que grupos o discos que me apasionaron en su momento con el tiempo han perdido mucho, pero supongo que eso es parte de la evolución personal de cada uno.

Escuchando: Marilyn MansonDisassoative

jueves, 25 de febrero de 2010

Subway, the film.

No me gusta la gente. Es un hecho del que soy consciente desde bien pequeño. Pero hay algo que entra en contradicción con esto. Me encanta viajar en metro. No me gusta la gente, pero encuentro fascinante observar a las personas, y no hay mejor sitio que el metro, donde en hora punta se concentra un gran número de ellas.

Siempre llevo música o un libro para pasar el rato, pero dedico más tiempo a mirar a todos los que me rodean he invento historias y personalidades para cada uno de ellos. Allí me encuentro a la que se enfrenta a un niñato gilipollas, que se cuela en el metro empujándola (que va vestido igual que su novia, por cierto) y lo denuncia a un vigilante, olé sus ovarios! estoy con ella. También está la anoréxica con aires de modelo que se retuerce nerviosamente los dedos de la mano. La divina que se ha levantado 2 horas antes para maquillarse, peinarse y gasearte con su caro perfume. El padre de familia en los 50, al que su mujer le compra la ropa y viste y se peina demasiado moderno para su incipiente calvicie y su tensa barriga. Al que tiene pintas de cura, vestido todo en gris oscuro casi negro con gafas de los 70. Cerca está el que lleva las gafas tan sucias que es un milagro que se desenvuelva con facilidad entre el gentío. La sudamericana amargada que piensa en el duro día de trabajo que le espera cuidando a esa ancianita que tanto detesta. A la que me observa mientras miro a todo el mundo con una media sonrisa en el rostro. Se sienta junto a mi el que aprovecha el trayecto para repasar las facturas caseras y entra corriendo el que siempre llega tarde al trabajo.

Disfruto cada viaje como si de una película se tratase, y al salir del túnel a al luz del día tengo la misma sensación que cuando salgo de un cine. Intento retener todo lo que he visto, pero son demasiadas vidas e historias para un solo cerebro.

miércoles, 24 de febrero de 2010

Esos golfos vividores

Llevo unos cuantos días en los que no paro de ver comentarios en foros y medios de comunicación digitales sobre lo mucho que ganamos los músicos y lo poco que trabajamos. Y hay cosas que no me pueden hinchar más los cojones.

Para los grupos pequeños la posibilidad de tocar en directo cada vez es más reducida, menos salas y alquileres astronómicos. No es que se gane poco dinero, es que en muchas ocasiones se pierde. Y de las grabaciones autofinanciadas ya ni hablamos. Hay una gran parte de la sociedad que creen que la música son esos cuatro grupos o solistas que salen en los 40 criminales, pero existe una gran mayoría de músicos que malviven o han (hemos) de dedicarnos a otra cosa porque es imposible vivir de la música en este país.

La gran mayoría no piensa que la música sea un trabajo digno, muchos piensan que somos unos golfos, cuando no se puede estar más lejos de la realidad. Después de nuestra jornada de trabajo dedicamos incontables horas en ensayos, grabaciones y desplazamientos agotadores a conciertos. Eso sin contar el dinero que invertimos, a fondo perdido en la mayoría de ocasiones. En definitiva, falta cultura musical, y los políticos están más por la labor de proteger a ciertos círculos económicos que el de fomentar la cultura de este país.

Aquí se encumbra a un mono con micrófono que se toca los cojones, todos les ríen las gracias, bufón del reino durante unos días, pero deberían de pensar seriamente lo mucho que a todos nos empobrecen...culturalmente.

martes, 23 de febrero de 2010

El oido y el olfato

Dicen que el olfato es el sentido con más capacidad de recordarnos momentos de nuestra vida. Y estoy de acuerdo, en más de una ocasión un perfume, un olor en particular ha disparado flashes de recuerdos en mi cerebro que de otra manera no hubiesen sido posibles. Creo que los olores (y yo me considero muy "olfativo") son capaces de transportarnos a momentos concretos, situaciones que ni imágenes ni palabras pueden hacer.

No obstante, me sucede algo similar con la música. Hoy he descubierto (no sin cierto retraso) que un grupo muy especial en mi vida ya no existe. Curiosamente ayer mismo estaba en casa dando saltos y tocando al ritmo de una canción suya. Su música ha sido la banda sonora de un periodo de mi vida, donde los momentos y dulces se combinaban a partes iguales. Así que si mientras ayer saltaba de excitación, hoy siento cierta angustia mientras escucho sus canciones...aunque pensándolo bien no por nada del pasado, porque esas canciones se han quedado un poco huerfanas.

Escuchando: Catholic scars and candy bars.