jueves, 4 de marzo de 2010

De modernos y guiris.

Barcelona siempre ha sido una ciudad especial para mi. He tenido la suerte de visitar varias de las más "importantes" ciudades del mundo, y aunque en todas he encontrado algo interesante, o me han atraído en mayor o menor forma, siempre me he quedado con Barcelona. Hasta ahora.

Y no es que me esté cansando de la ciudad, lo que me comienza a hastiar es lo que algunas personas (entre ellas el ayuntamiento) están haciendo de Barcelona. Se está transformando en un gran escaparate, una visita obligada para los turistas que buscan tragarse un infumable "spanish menú" (paella y sangría) a las 12 de la noche, pero sin nada de fondo. Una ciudad donde priman los "modernos", donde la música indie es la única que está bien vista . Eres mejor cuanto peor cantas y más ridículo se llama tu grupo.

Abanderados de lo moderno que se visten y se peinan como ya lo hacían sus padres hace 35 años. Una ciudad en la que entras en un bar o restaurante y no sabes si estás sentado en el cenicero o la sillas sólo está para decorar, en la que la comida tiene más renombre por su estética y evolución que por su principal función, alimentar. Y en definitiva, una ciudad en la que la estética (a veces perroflauta) prima sobre otras las funciones, una ciudad en la que todo el mundo es bien recibido, sobretodo si eres de fuera y vienes a dejarte los billetes con los precios abusivos. Una ciudad en la que se desprotege a los vecinos "de toda la vida" primando al especulador que alojará a alternativo-pijos, turistas forrados y modernos de medio pelo.

Lo dicho, cuanto más me muevo actualmente por Barcelona, más me atrae la vida en un pueblo (canadiense).

Escuchando: Switchfoot – The Sound [John M. Perkins' Blues]

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